Por Teresa Tovar Samanez
Diario UNO el febrero 19, 2018
El país mira espantado cómo la justicia exculpa al agresor de Arlette Contreras, pese a la flagrancia del delito.Ahora el dictamen nos dice que no vimos lo que vimos.Estamos en el reino del absurdo, según el cual quien agrede a una mujer es inocente y donde hay "agresores completamente sanos" (Maritza García, congresista de Fuerza Popular).
¿Qué está pasando?¿Por qué la justicia y el poder se convierten en cómplices de la violencia contra la mujer? Es cierto que muchas leyes no se cumplen, pero el problema va más allá. En un reciente seminario de la PUCP se recordó que el Derecho ha legitimado por décadas la violación sexual y bastaba que el agresor se casara con la víctima para no ir a la cárcel.
Hoy, aunque el Código Penal registra avances, la mentalidad de jueces, fiscales y policías no ha cambiado sustancialmente.
Julissa Mantilla señala que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha cuestionado sentencias dictaminadas desde estereotipos de género que configuran una situación de violación de los derechos humanos de las mujeres.
Se produce una "secuencia perversa del estereotipo":
1.Descalificar a la víctima por su vestimenta;
2.Responsabilizarla de lo sucedido, por su estilo de vida;
3. Quitarle responsabilidad al agresor porque la principal culpable es ella; y
4.Dejar de investigar pretextando que la agresión es leve o que los indicios son insuficientes.
La Corte señala que esto genera un mensaje de impunidad. Por ello los agresores saben que no les va a pasar nada. Por eso las mujeres saben que las van a seguir agrediendo.
Cambiar las leyes es importante, pero más trascendente es erradicar los estereotipos de género en todos los terrenos: en la justicia que no las protege, en la historia, la ciencia y la cultura que las excluyen o invisibilizan; y también en la educación donde los estereotipos están campantes en el día a día (currículo oculto).
Si pues, en la escuela, al igual que en las salas de justicia
1.Se descalifica a las mujeres por su vestimenta y se las ridiculiza con chistes sexuales;
2.Se las responsabiliza de las agresiones que sufren por "haberlas provocado";
3.Se exculpa a los agresores (docentes violadores trasladados pero no despedidos)
4.Se suelen archivar los casos.
Por ello los profesores que ultrajaron a 5 niñas ashaninkas del río Ene en febrero siguen impunes. Por eso las niñas saben que no están a salvo, que las van a seguir tocando, agrediendo y violando en los baños y en los caminos a la escuela.
Que exista un "enfoque transversal" de igualdad de género en el currículo es una gota en un mar de cultura agresora que envuelve a la escuela y a la sociedad.